jueves, 22 de mayo de 2008

LOS NUEVOS PROBLEMAS DE RIESGO


Los nuevos problemas de Riesgo, debido a las consecuencias inciertas de la civilización tecnológica, y el Cambio Ambiental Global han transformado el contexto social e intelectual del trabajo científico, especialmente en la ciencia occidental. Han conducido, sobre todo desde la década del ´70, a una continua y todavía no acabada discusión acerca de su significado, propuestas y estrategias de solución, tanto a nivel local y nacional como en el plano global, en todos las disciplinas, teorías, perspectivas, visiones, que tratan acerca del ambiente. Hoy, la definición de un nuevo “paradigma civilizatorio” fuerza a encontrar bases sólidas para la acción, convirtiéndose así en uno de los inmensos desafíos frente al siglo XXI; desafío que conlleva la discusión sobre la representación social de la conflictiva relación sociedad-naturaleza, y, más profundo aún, la re-examinación filosófica, ideológica y política, del viejo problema de la naturaleza del hombre.
La Ética, entendida como la disciplina filosófica que reflexiona críticamente sobre las cuestiones morales de los hombres, resulta ser un campo problemático muy complejo por sus particulares formas de relación con todo aquello que tiene que ver con la acción humana, sus motivaciones, su sentido, sus normas y sus valores, es decir, con el qué, cuándo, a quién y cómo hay que hacer algo. Admitiendo el vínculo existente entre la problemática ambiental global y las cuestiones de equidad entre los pueblos, se asiste hoy a una “compulsión” a aplicar la ética a nuevas (y no tan nuevas) cuestiones, y especialmente frente a los tres problemas dominantes que la ciencia debe afrontar hoy: · la crítica a la posibilidad de existencia de una verdad objetiva, universal y necesaria, en favor de la existencia de múltiples interpretaciones; · la crítica del totalitarismo en sentido amplio, a favor de los necesarios consensos democráticos; y · la crítica a un concepto universal de bien que aplasta la pluralidad de opiniones, en favor de ciertos criterios éticos de convivencia pacífica.
Se plantean como los principales desafíos para la ética contemporánea, el intentar responder, entre otras, a las siguientes preguntas: ¿se puede ser racional en ética, es decir, se puede confiar en contar con razones para actuar?; ¿es posible establecer algún tipo de universalismo o sólo se puede relativizar la fundamentación racional en el marco de las diversas tradiciones morales?; ¿en los tiempos actuales de sociedades abiertas, plurales y globales, tiene sentido hablar de tradiciones morales particulares?; ¿cuál es el límite entre la tolerancia y el respeto a las diferencias culturales y la indiferencia?
Si ya no existe una “verdad” que sea universalmente válida, si no existe un criterio “objetivo”, se produce un vacío dejado por la desaparición de las supuestas verdades universales que valían para todos, más allá de sus valores y costumbres.(1) A decir de CULLEN, “nunca se ha hablado tanto de ética y de moral y nunca, quizás, hemos estado los hombres tan desorientados para poder definir y sostener la moralidad de nuestras acciones” y sin embargo, “en estos tiempos crepusculares de los “Post” parecería que nos urge construir una aurora, alguna aurora posible, porque Dios ha muerto, las certidumbres nos abandonaron, los espejos están trizados, las huellas borradas, los muros caídos, las representaciones agotadas, los vínculos sociales convertidos en valores de cambio, la sociedad globalizada, el individuo clonado, lo público en retirada, lo privado massmediado”(2)
Este vacío debería entonces ser ocupado por una ética nueva, de la convivencia, del respeto del otro, del diferente. Así, el giro o cambio de rumbo ético contemporáneo, tanto en el pensamiento como en las prácticas sociales producido por la decadencia de las escuelas modernas hegemónicas, la crítica a los “grandes relatos” de la modernidad, el advenimiento de conflictos no previstos como el cambio ambiental o el avance de la biotecnología, lleva consigo la reexaminación o renovación sustantiva de los fundamentos para la acción humana.
Sea desde la ética de la diferencia, la ética ironista, la ética de la comunidad, de la comunicación, del no-mal, o desde la ética de la verdad, de la singularidad y de la amistad,(3) la reflexión pretende responder a una sociedad pluralista y global que necesita del esclarecimiento de los conflictos emergentes y la generación de normas y de valores que posibiliten y optimicen la convivencia por y para todos (4) ; pero donde la filosofía moral se encuentra desarmada frente al relativismo cultural que señala que no hay manera de poner de acuerdo a todos los seres humanos acerca de lo que es bueno o virtuoso pues no existe un bien universal y necesario: “La ética como disciplina racional autónoma parece desdibujada entre los escepticismos y los fundamentalismos. La búsqueda de la felicidad y el bien de los hombres parece diluirse entre los universalismos y los particularismos.”(5)
En este marco de cuestionamientos sin certezas, se asiste también a la reflexión sobre las normas, valores, motivaciones, sentido, de la acción del hombre con el mundo natural que lo rodea y del que es parte, al plantearse la pregunta de si la humanidad no tendrá el deber urgente de modificar su manera de comportarse con el mundo natural. Frente a los grandes y graves problemas ambientales, “se alzan voces que se preguntan si la reflexión moral no tiene como tarea urgente el reconstruir la ética, no ateniéndose a preocupaciones y problemas que conciernen al aquí y ahora de la vida personal y social sino interesándose por los nuevos problemas derivados de la crisis medioambiental y que por su amplitud espacial y temporal afectan al destino de la humanidad entera. /.../ A partir de la idea de que el hombre no es un sujeto contrapuesto al mundo, que domina y transforma, sino un ser viviente que se realiza formando parte y en interdependencia con ese mundo, abundan las críticas a la ética tradicional”(6) y sobre todo a la civilización contemporánea que se configura a partir de tres elementos básicos: 1-ciencia, 2-técnica, 3-economía industrial.
Entre las nuevas, y a la vez viejas preguntas que surgen frente al desafío de fundamentar las normas que regulen con valor de imperativo moral la conducta de los hombres con la naturaleza, pueden mencionarse las siguientes: ¿es la naturaleza, en cuanto hábitat del hombre, materia moral?; ¿son útiles los sistemas tradicionales de ética (ampliando su campo de reflexión) o se necesita un nuevo paradigma moral (cambiando el campo de reflexión)?; ¿existen obligaciones y deberes a los que los hombres tengan que adecuar sus conductas cuando se relacionan con la naturaleza?; si es así ¿cuáles son las leyes que se imponen y cuál el legislador que las sanciona?
Pero, ¿cómo abandonar la contraposición hombre-naturaleza en una estrategia de conciliación? , es decir, ¿cómo aceptar por un lado que el hombre no puede realizarse a sí mismo al margen de la comunidad biótica integrada por plantas, animales y espacios naturales, y por el otro, que el fenómeno de moralidad requiere como condiciones la posibilidad de la razón, la libertad, el lenguaje con un sujeto capacitado por ello a convertir la naturaleza en cultura, es decir en ética, estética, política y religión?
Son estos problemas globales actuales con el advenimiento de conflictos no previstos y de nuevas prácticas sociales, los que, según analiza BONILLA (7), conducen a la emergencia y a la necesidad de un “cambio de rumbo” en el pensamiento y las prácticas, giro que conduciría a la necesaria re-examinación de las cuestiones relacionadas con la acción humana. Afirma la autora que “sin dudas, la emergencia de muchos conflictos que cuestionan la moral en la vida de las comunidades pluralistas contemporáneas y en la de los individuos (que se auto-reconocen como personas responsables con derechos y deberes) atrae crecientemente la atención” (8), produciéndose así una renovación sustantiva en el campo de la ética.
Se trata entonces de recuperar el viejo lugar para la reflexión filosófica acerca de la acción, donde la ética aplicada no significaría la mera aplicación de teorías, principios generales, normas o valores a situaciones particulares, sino que, por el contrario, permitiría generar nuevas teorías para la elucidación crítica de las raices, la esencia y el poder de la práctica.
Este trabajo da cuenta algunas de las reflexiones surgidas en el marco del Seminario “Ética ambiental” de la Licenciatura en Información Ambiental, que se dicta desde el año 1999 en la UNLu. Desde el Seminario se pretende reflexionar y discutir acerca de las bases teóricas que conducen a construir los conceptos fundacionales de la problemática ambiental y su vinculación con la ética, introduciendo a la lectura y análisis crítico de los autores representativos de las corrientes vigentes, que oscilan entre el optimismo triunfalista de la humanidad sobre la naturaleza y el pesimismo no sólo sobre nuestro poder de escapar a los límites impuestos por la naturaleza sino de nuestro ser autónomo de ella. (9) Se presta especial atención a la propuesta de HANS JONAS en su libro “El principio de Responsabilidad” (10), de construir una nueva ética orientada al futuro basada en la responsabilidad del hombre para con la humanidad presente, con las generaciones futuras y con la naturaleza frente a las incertidumbres producidas por el avance tecnológico.

No hay comentarios: